El Desconocido
Cuando era más joven, a la edad de 17 años, me encontraba trabajando en una carnicería que yacía al costado de la ruta principal de una zona rural de mi país natal Argentina, junto con mi tío y el resto del personal. Era un pueblo tranquilo y disfrutaba trabajar junto a mis compañeros quienes eran más experimentados que yo pero sin embargo no me impresionaba para nada ante la sangre y viseras del ganado.
Una día lunes llegué al trabajo, luego de un estresante día en la escuela, cuando entre en la carnicería me dijeron que a mi junto a otros dos compañeros nos tocaba ir a una quinta ese mismo atardecer. A todo esto mis dos compañeros, Martín y Juan, se mostraron asustados pero yo no los entendía sinceramente. Me contaron que una vez al mes debíamos ir a la quinta a traer vacas y que en total se realizarían tres viajes a la semana: lunes, miércoles y viernes. Pero no querían contarme a que se debían sus expresiones de horror.
Volví ese mismo día al anochecer, era invierno así que el sol se ocultaba más rápido que durante el resto del año. Martín y Juan ya estaban allí temblando dentro de una camioneta, al subir y saludarles me percate de que ambos no temblaban de frio, sino que estaban demasiado nerviosos. El miedo se apodero de ellos, el sudor recorría su frente y tartamudeaban cada vez que entablaban una conversación.
Fue en ese momento en el que decidí obligarles a que me cuenten la verdad, ambos me vieron con sus ojos llorosos por los nervios, se miraron temerosos entre si y procedieron a relatarme sus aterradoras experiencias. Resulta ser que ellos llevan años en esto y durante sus viajes a la quinta no solo ellos sino que los demás empleados vieron cosas que los marcaron de por vida en aquel lugar al que iban a recoger al ganado, es por eso que hay poco personal en la carnicería además de que es un pequeño pueblo de mala muerte.
Todos los viajes son normales excepto por el viaje del viernes. Ellos me contaban que justo ese día era de los peores ya que mientras que uno se encuentra carneando al animal, desde las sombras surge un espectro que les pide que llenen un recipiente con la sangre recién salida del animal y no solo esto sino que algunas veces no se conformaba con la misma cantidad de sangre, lo que lo llevo a acabar con la vida de un chico de mi misma edad hace muchos años y posteriormente acabo con la familia entera que residía en la quinta.
Los vecinos lo llamaban el Desconocido, dicen que se trataba de una promesa antigua que habían hecho los dueños anteriores de aquel campo con ese tipo de espectro cuyo hogar se encuentra en la oscuridad de los bosques que rodean la quinta.
En ese momento comprendí lo que sintieron y siguen sintiendo Martín y Juan. Hoy a la tarde cuando se nos designo esta tarea. Los días pasaron y día tras día sentía como se intensificaba ese temor pero a la vez sentía curiosidad por aquello que salía de las sombras, hasta que llego el viernes. Yo trataba de hacer la tarde más amena para mis compañeros contando mis mejores chistes sobre todo para Martín y Juan, pero parecía ser que seguían aterrados.
Al fin llegó la hora, la quinta se encontraba relativamente lejos, a unas tres horas de viaje, mi vista se perdía entre los cultivos y la belleza del anochecer y por el momento perdí un poco el miedo, cuando llegamos pude sentir una aplastante energía negativa y un ambiente pesado acompañado por una leve presión en mi pecho y unos escalofríos que recorrían todo mi cuerpo. Luego de entrar por un largo camino de tierra nos topamos con una enorme casa. Sinceramente aquella casa era espantosa, es más, hizo que mi temor se avivara, el cuidador nos saludo con una siniestra sonrisa desde lejos. Desde ahí debíamos adentrarnos aun más para buscar las vacas.
Llego la noche en la cual teníamos que hacer nuestro trabajo así que colocamos las luces formando una especie de círculo donde la luz era abundante, pero sin embargo no podíamos notar si había algo alrededor nuestro ya que lo demás era oscuridad.
Sinceramente creía que todo se trataba de una simple broma para probar mi coraje hasta que lo vi, un pálido y escuálido brazo vestido con telas desgarradas que emergía de la oscuridad acercándose a mi tembloroso compañero que se encontraba agachado al lado del animal muerto.
Trayéndole una vasija tallada y de aspecto antiguo le indica a Martín que cumpla con aquella vieja mi compañero cumplió la promesa,obedeció con manos temblorosas.
Transcurrieron varios minutos, seguíamos petrificados y en silencio hasta que aquel espectro regreso por más, a lo que nuestro compañero responde extremadamente aterrado: “No tenemos más”. En cuestión de segundos una daga penetra el cuello de Martín dejando caer toda su sangre. En ese entonces pudimos ver la figura de una especie de Chaman de alguna tribu extraña que comenzó a succionar la sangre.
A todo esto Juan comenzó a correr saliendo de la zona iluminada y adentrándose en la inmensa oscuridad mientras que Martín gritaba desesperadamente, mientras aquella especie de monstruo le iba quitando la vida poco a poco, en ese entonces mi temor desapareció y todo lo que sentía era una furia incontrolable, entonces, de inmediato, el Desconocido volteó y sentí un dolor insoportable en todo mi cuerpo, mi vista se torno borrosa y me desmayé.
Me desperté sobre un charco de sangre cerca de las 3:30 de la mañana por el ruido de los policías que se acercaban. Al intentar levantarme mi mano izquierda se topo con los cadáveres de mis dos compañeros con el torso descubierto, los dos habían sido brutalmente apuñalados pero sin embargo ambos tenían algo más en común, además de las puñaladas en los mismos lugares exactos, un agujero en el cuello por el que la sangre había sido succionada.
Caí preso por un crimen que no cometí y hoy a mis 24 años luego de haber cumplido mi condena, fui liberado.
Luego de haberme establecido dentro de la cuidad y mientras me encuentro escribiendo, veo como muere gente de la misma manera cada mes. Solo tengo algo en claro, el Desconocido siempre deja a alguien vivo para que toda la culpa caiga sobre esa persona, y yo tuve la mala suerte de ser alguna de ellas.
¿Quién sabe? Quizás el próximo desafortunado seas tú…
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